sábado, 25 de agosto de 2012

JORGE LUIS BORGES POEMAS


A UN GATO

                                                     No son más silenciosos los espejos 

ni más furtiva el alba aventurera; 

eres, bajo la luna, esa pantera 
que nos es dado divisar de lejos. 
Por obra indescifrable de un decreto 
divino, te buscamos vanamente; 
más remoto que el Ganges y el poniente, 
tuya es la soledad, tuyo el secreto. 
Tu lomo condesciende a la morosa 
caricia de mi mano. Has admitido, 
desde esa eternidad que ya es olvido, 
el amor de la mano recelosa. 
En otro tiempo estás. Eres el dueño 
de un ámbito cerrado como un sueño.


EL SUEÑO

Si el sueño fuera (como dicen) una 
tregua, un puro reposo de la mente, 
¿por qué, si te despiertan bruscamente, 
sientes que te han robado una fortuna? 

¿Por qué es tan triste madrugar? La hora 
nos despoja de un don inconcebible, 
tan íntimo que sólo es traducible 
en un sopor que la vigilia dora 

de sueños, que bien pueden ser reflejos 
truncos de los tesoros de la sombra, 
de un orbe intemporal que no se nombra 

y que el día deforma en sus espejos. 
¿Quién serás esta noche en el oscuro 
sueño, del otro lado de su muro?

UN CIEGO

No sé cuál es la cara que me mira 
cuando miro la cara del espejo; 
no sé qué anciano acecha en su reflejo 
con silenciosa y ya cansada ira. 

Lento en mi sombra, con la mano exploro 
mis invisibles rasgos. Un destello 
me alcanza. He vislumbrado tu cabello 
que es de ceniza o es aún de oro. 

Repito que he perdido solamente 
la vana superficie de las cosas. 
El consuelo es de Milton y es valiente, 

Pero pienso en las letras y en las rosas. 
Pienso que si pudiera ver mi cara 
sabría quién soy en esta tarde rara.

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